Recuerdo 29: Las agujas del destino

Los dominios de Menard no tenían nombre, eran simplemente conocidos como el Gran Reino de Menard. Éste limitaba al este con las Montañas Azules, al nordeste con las Colinas de los Olmos, al norte con el Monte del Símbolo, al noroeste con las montañas del Beralku, al oeste, suroeste y sur con la larga Cordillera Marítima, conocida así por encontrarse tras ella el mar de la Eternidad, fin del mundo, del tiempo y del espacio. Finalmente al sureste, se encontraba el desierto de los Nómadas.

En cada uno de estos ocho puntos cardinales, un caballero velaba por la paz. Otro más, era el jefe de la escolta real, residentes perennes del castillo. El último caballero se encargaría de mantener estos puntos unidos, recorrerlos continuamente, vigilar a los vigilantes29.1. Esa era la misión de Sigfrido, el cual debía empezar por el este y seguir las agujas del reloj, en un retroalimentar infinito.

A menos que se le requiriese en otro punto, como sucedió en su primera llamada al deber en la ciudad de Briareo. Pero la falsa alarma no debía distraerle y tras pasar informando por el castillo, se encaminó hacia el este.

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