Recuerdo 26: Mirada azabache
El cielo estaba despejado y la temperatura era agradable. Reinaba el buen tiempo y la calma. Una silueta femenina apareció entre los árboles del patio del castillo. Sus bucles dorados brillaban al viento y al sol, que reflejaba el destello en sus ojos azabaches. Su esbelta figura llamaba la atención con su elegante caminar. En la mirada, un alborear le rodeaba su dulce tez. Gottlieb relinchó: estaba enamorado. La yegua blanca se llamaba Galatea26.1, y pertenecía a Menard26.2, el rey del castillo.
Sigfrido salió de una de las torres que daba al patio y acarició a su caballo, el cual no apartaba los ojos de su hipnótico objetivo. Su dueño lo miró y comprendió lo que pasaba.
—Puedes descansar aquí tranquilo, amigo —dijo Sigfrido mientras se dirigía a la ceremonia donde le nombrarían caballero.
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