Recuerdo 55: Memoria difusa

Los trolls son unos seres monstruosos de la mitología escandinava, utilizados en distintas obras de literatura fantástica. Dentro del uso de Internet, un troll es alguien que participa en una discusión sólo con el afán de molestar, sin atender a razones ni argumentos, aunque a veces, sus acciones obedecen a retorcidos planes.

Cuando Sigfrido llegó a las cuevas de los centauros y les interpeló por el secuestro de la princesa, repusieron enfadados que todo había sido un engaño producido por los trolls que habitaban al otro lado de la montaña, limitando con la Ciénaga Desolada.

A pesar de que dudaba de sus palabras, se introdujo por las oscuras galerías que atravesaban las montañas, hasta llegar al territorio de éstos.

–Vengo aquí a por la princesa Shahrazad, vosotros la habéis secuestrado, ¡decidme dónde está!

Ni negaron que la hubiesen capturado, ni desvelaron donde se encontraba, por lo que Sigfrido sacó su espada y entabló una lucha de desigual número.

Con sus garras le produjeron graves heridas, pero no se vino abajo. Cabalgando a Gottlieb la hoja decapitó, pinchó, rajó. Los trolls no daban crédito y tras ver mermadas la mitad de sus tropas, pidieron clemencia. El caballero la daría a cambio del paradero de la princesa. La respuesta fue terrible: entre lágrimas confesaron que la utilizaron de alimento. Ya no quiso tener piedad, y la espada bailó de nuevo. No podían detenerlo.

Los trolls que habitaban en las Montañas Azules eran clónicos. Cada uno era idéntico al otro y sus vidas eran muy parecidas. Todos hacían más o menos lo mismo, variando cada una de sus vidas en muy pequeños elementos. Pero esta singularidad era lo que más valoraban. Cuando un troll moría, su cuerpo se transformaba en fina tierra que flotaba en una nube viajando por el aire, limpiándose de todas las vivencias personales, para luego, con el tiempo, volver a formarse. Pero no partían de cero al renacer con la memoria vacía: se fundían en la comunidad para crear algo distinto en su milenaria cultura.

Los trolls vivían mucho tiempo y tenían mucha fuerza, por eso no se explicaban como podían estar siendo exterminados por un ser aparentemente tan débil. Si todos fuesen destruidos, con el tiempo podrían volver a formarse, pero la cultura se perdería si no quedaba nada en la memoria viviente. Al menos, uno debía quedar vivo.

La hechicera llegó justo a tiempo de salvar su cultura, al avisar a Sigfrido de que todo había sido un engaño de los centauros.

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